Sucre

Potosí es mágica, y esa magia ya nos había calado hondo. Tomar la decisión de continuar viaje no fue nada fácil, pero había que seguir moviéndose, aunque sabíamos que el recuerdo de esta ciudad maravillosa nos iba a seguir acompañando, y llenando de nostalgia. Nuestro próximo destino sería la Capital misma de este fabuloso país: Sucre.
Junto al “Comandante” emprendimos la marcha en un viaje de pocas horas que nos llevaría a través de hermosos paisajes llenos de sembradíos de papas y habas, hasta ingresar a una quebrada dominada por el Río Pilcomayu donde, siguiendo un camino serpenteante, los cerros nos ofrecían sus hermosas vistas, llenas de coloridos y laderas escarpadas.

En ese maravilloso contexto, aparecería ante nosotros una de las obras de ingeniería más importantes de Bolivia: el Puente Colgante Sucre. Construido en algún momento del siglo XVI, esta hermosa estructura presenta diferentes  técnicas constructivas y materiales (piedra, ladrillo, yeso, arena), y sus 180 metros de longitud están unidos por 2 torres góticas en cada extremo, decoradas con arcos ojivales y almenas en sus coronamientos. Hoy en día posee una gran importancia política, ya que señala el límite entre los departamentos de Chuquisaca y Potosí, pero ya hace 200 años, sirvió además para el paso de los diferentes batallones que se enfrentaron durante la Guerra de la Independencia.

Sucre es la capital constitucional e histórica de Bolivia, en la cual se llevó a cabo el 1° Grito de Libertad en América, el 25 de Mayo de 1809. Conocida también como la Ciudad de los 4 nombres (Charcas, La Plata, Chuquisaca y Sucre), es una urbanización limpia y prolija, donde los diferentes períodos históricos se pueden ir leyendo a través de sus variados estilos arquitectónicos, y en la que su gente se presenta siempre atenta y educada, siendo esta una de las más distintivas características  de sus habitantes.
Considerada una de las ciudades de arquitectura colonial mejor conservada de América, se pueden encontrar en ella gran cantidad de Iglesias (entre las que destaca la Catedral Metropolitana; una verdadera joya arquitectónica), la Casa de la Libertad (palacio que conserva la 1° Bandera Argentina), plazas, jardines, calles empedradas, casas con techumbres de tejas de barro cocido, y un sinfín de elementos del período colonial que le han valido a Sucre el recibir el título de “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la Unesco.
No obstante esto, no pudimos dejar de compararla con Potosí, lugar del que nos habíamos quedado enamorados,  y creo que tal vez por  esto es que no cubrió nuestras expectativas. La ciudad bien vale una visita, ya sea por sus elementos arquitectónicos, como por su gente (encantadora), y sus alrededores, pero en ese momento la búsqueda estaba orientada a otro tipo de entornos, los cuales se nos presentarían a la brevedad.
Recorrimos la ciudad durante dos días, conociendo sus diversos sectores, y deleitándonos con visitas permanentes a su Mercado Central, donde las comidas típicas a precios súper accesibles nos tentab
an a toda hora, y disfrutamos de charlas y comidas con amistades que ya habíamos hecho en Potosí, y con algunas otras que conoceríamos en aquel lugar.