
La noche anterior (luego de la lluvia, y buscando algún lugar donde cenar), recorrimos el entorno de la Plaza Principal, donde algunos antiguos edificios de orden neoclásico intentaban impregnar el aire de magnificencia, contrarrestando la imagen austera y sencilla del resto de la población. Histórica según algunos relatos que ubican su fundación a mediados del siglo XVI (se dice que es la 2ª población más antigua fundada por españoles en territorio boliviano), es hoy capital provincial, y se encuentra ubicada sobre territorios que, hasta la independencia de Bolivia, pertenecieron a la República Argentina. Pero todo esto sería solamente una nota de recuerdo en nuestro diario de viaje, ya que estábamos prontos a partir.
Lo barato sale caro, escuche decir varias veces. Entre las muchas opciones de transporte, y una guerra de ofertas al viajero con distintos costos y comodidades (que uno al comprar aún desconoce), aguardamos pacientemente, hasta que nuestro minibús partió de Tupiza con tan sólo 6 personas. Nosotros, pobres ilusos que pensamos que lo peor ya había pasado, comenzamos este viaje disfrutando del espacio y las vistas, y sacando fotos de un camino de grava que por momentos seguía el cauce del río, tristemente seco en esos momentos, y en otros, se alzaba en la cima de cordones montañosos de amplios coloridos y una soledad oprimente. Hermosos campos cultivados con plantas de maíz y sectores dedicados al pastoreo de cabras contrastaban con las formaciones areno – arcillosas de los promontorios aledaños, que inundaban el paisaje con sus tonalidades ocre – anaranjadas.

Así, en medio de esa tierra desolada, y ya cuando pensábamos que nada ni nadie podía habitar estos cruentos parajes, se abre ante nosotros la imagen de nuestro próximo destino: Uyuni.
Típico es, cuando se está de viaje en un país que no es el propio, que los viajeros busquen (entre tantas diferencias), acercarse a aquellos con quienes encuentran similitudes, ya sea de idioma, o religiosas o, inclus
o, por mera simpatía o afinidad. Ni qué decir cuando se cruzan con un compatriota!!! . Así pues, y en una ocasión especial como lo era la noche de Año Nuevo, disfrutamos de la compañía de Ana, Cori, Fabio y Julián, argentos a quienes habíamos conocido poco antes. Reunidos en torno a la mesa de un bar, aguardamos a que se hicieran las 12 de la noche para festejar el Año Nuevo juntos. El menú? Un buen plato de Chorrellana (carnes, verduras, papas fritas y arroz blanco) con cerveza potosina. Una cena tranquila, pero muy amena; pocos juegos artificiales; escaso movimiento de gente; un brindis “callejero” y algo de melancolía por la lejanía de nuestros seres queridos, fueron nuestros festejos, aunque la pasamos realmente muy bien. Al otro día, nos enteraríamos que (mientras dormíamos) pasaron las bandas musicales de las Fraternidades, tocando y bailando, en un alarde festivo que habíamos esperado, y no pudimos encontrar.

Uyuni es una población ubicada en una zona árida y agreste, y es utilizada como base para poder visitar las salinas que en su cercanía se encuentran. Aunque más grande de lo que aparenta, no posee demasiados atractivos en sí misma, pero es amena, con un ritmo de vida bastante tranquilo; una muy pintoresca terminal de trenes, su Plaza de Armas, y un tramo peatonal sobre la Av. Arce en torno al cual se concentra la actividad gastronómica y turística del lugar. Emplazada al borde mismo del salar, la ciudad parece reivindicar (entre tanta vastedad inhóspita), la significación de su nombre de origen aymará: “lugar de concentración”.
Partiendo desde aquí, comenzamos el año visitando el Salar de Uyuni, considerado la extensión de sal y litio más grande (12.000 km2) y a mayor altura del planeta. Este es uno de los destinos más visitados y admirados de Bolivia por sus extraordinarios paisajes, ubicado a una altura de 3653 m.s.n.m. Es un gran manto blanco, agreste, de horizontes infinitos, en donde la sensación de soledad y el silencio más sobrecogedor se hacen sentir con toda su fuerza.
Según investigaciones, los lagos Michin y Tauca se “secaron” durante el período cuaternario de la Era Cenozoica, originando grandes depósitos de costra de sal, conformados por 11 capas de tierra y salitre, con espesores que varían entre los 2 y 10 metros en la parte central del salar, y un espesor en la parte superior, de 50cm. Dentro de su vastedad, presenta también peñones rocosos (islas), que son antiguos volcanes que fueron total o parcialmente sumergidos, formados en parte por costras calcáreas (restos fósiles de algas lacustres o marinas petrificadas).

l cielo, superponiéndose, y reflejando caprichosamente sobre esta solución salina, los rayos de sol, que jugaban con diferentes tonalidades de azules.
Previo a esto, visitamos el Cementerio de Trenes, donde una treintena de máquinas herrumbradas forman fila, posando para los amantes de la fotografía, y sirviendo como testimonio de una época pasada, en la cual fueron armaduras destellantes, surcando las vastedades del altiplano boliviano.